A pesar de la evolución de los
medios digitales a la hora de construir entornos arquitectónicos verosímiles,
se sigue recurriendo a localizaciones reales para implementar en los filmes una
atmosfera urbana concreta. En estos casos, la ciudad forma parte del reparto
interpretando un papel en la ficción.
Cuando la identificación de la
ciudad es relevante para la trama, la aparición de iconos urbanos que conduzcan
al espectador hacia la pista de su ubicación resulta acertada. Sin embargo en
el caso de los géneros fantásticos y de ciencia ficción, la introducción de una
ilusión de evolución urbana o bien la localización de un entorno inventado,
hace que esto resulte contraproducente.
Parece más efectivo absorber la
atmosfera de una urbe en concreto, siendo habitual en estos casos que se
despeje la incógnita de manera inmediata, bien a través de un subtítulo bien
con una voz en off que nos informe del lugar y fecha de los
acontecimientos que van a ser narrados.
En este sentido resulta
sorprendente la tendencia que se observa en las películas del género, a
recurrir a ambientaciones de urbes asiáticas. Podemos afirmar que al igual que
en otros aspectos, en los últimos tiempos la mirada se ha trasladado de EE.UU.
hacia Asia.
Como admiradora de Blade Runner (1982, del director
británico Ridley Scott, resulta imposible obviar esta referencia, convertida en
película de culto y paradigma de las películas de género fantástico.
Imagen del edificio de la Tyrell Corporation, extraído de la película Blade Runner (1982), de Ridley Scott. |
Su argumento, al igual que el de
muchas otras, muestra un futuro terrestre de recursos agotados del que es
preciso emigrar. La idea no es otra que la del nuevo mundo, necesitado de
sangre fresca frente al panorama caduco y desolador que queda en el viejo
mundo, un mundo devastado y sin expectativas. En este panorama, las vidas de
cinco replicantes y de su cazador resultan anecdóticas en comparación con la
impactante estética del filme.
La ciudad de Blade Runner que no es otra
que Los Ángeles en
2019, presenta una “realidad en sí misma”, con torres de petróleo
llameantes, colosales zigurats que contienen viviendas y oficinas, por los que
fluyen centenares de personas. En este contexto, una ciudad tan emblemática de
la costa oeste americana, es contaminada mediante alegorías e imágenes
publicitarias de claros referentes orientales, mostrando una suerte de
mestizaje.
Los guiños al mundo publicitario, símbolo
inequívoco de la preocupación que despertaba la irrefrenable vorágine
consumista de los “tigres de oriente”, pasó de ser un mero atrezzo a
convertirse en todo un símbolo, en definitiva, una nueva forma de expresión
artística sobre el soporte de la arquitectura.
Imagen ambiental de la ciudad de Los Ángeles, extraído de la película Blade Runner (1982), de Ridley Scott. |
El clima requerido para el filme,
dependía en gran parte del ambiente exterior que los envolvía. Scott puso
especial cuidado en transformar no solo los espacios interiores, -ya que
inicialmente la película iba a ser íntegramente rodada en interiores como si
una pieza de teatro se tratara-, sino también los exteriores. La planificación
de rodaje y los decorados iniciales se modificaron radicalmente a raíz de que
el director se formuló la siguiente pregunta: “¿Qué es lo que pasa fuera de las ventanas?”[1]
La ambientación de los edificios de
viviendas elegidos para las tomas discurría de la mano de una transformación
integral de la metrópolis de Los Ángeles que, a partir de ese instante, dejaría
de ser la ciudad del sol y de las palmeras para convertirse en la oscuridad
contaminada por los neones de los anuncios luminosos al más puro estilo Hong
Kong o Tokio, de la urbe 40 años adelante, más verosímil del momento.
Imagen de la tienda de gafas Eye works de Los Ángeles, extraída de la película Blade Runner, 1981 del director Ridley Scott. |
Lo más exitoso de la propuesta que hace
Scott de “la ciudad ficticia” radica en arrancar de un referente conocido al
tomar la ciudad existente como punto de partida. Y aunque es evidente que parte
de las escenografías que aparecen en el filme toman referencias de obras
anteriores del cine fantástico como Metropolis
(1926) de Fritz Lang o Things to Come
(1936) de William Cameron Menzies, para Scott el modo de abordar el tema de
la ciudad futura por parte de estos directores como “un lugar nuevo” constituye
un error, una falacia a la que el director se ha referido como “el síndrome de la cremallera diagonal y del
pelo plateado”.[2]
Imagen ambiental de la ciudad, extraído de la película Things to Come (1936) de William Cameron Menzies |
Si analizamos las ambientaciones
futuristas de las últimas cintas, observamos como los rascacielos ya nos son
americanos, son asiáticos y las ambientaciones distópicas ambientadas en las
zonas desérticas del sur de los EE.UU. se ha reemplazado por fantasías de hacinamiento
que se asemejan a zonas de Hong Kong.
La ambientación urbana de Ghost in the Shel (2017), presenta gran similitud
con la empleada en la versión de Len
Wiseman de Total
Recall (2012), en la que una guerra química devasta el mundo, dividiéndolo en dos bloques separados ubicados en
polos opuestos del globo. Esta distopía social, ambientada en 2084 sitúa
la poca tierra habitable restante en dos territorios: la Federación Unida Británica
(FUB) y la Colonia, que aunque supuestamente se sitúa en Australia, su ambiente
nos recuerda a los barrios más concurridos de Hong Kong.
Imagen ambiental de la colonia, extraída de la película Total Recall (2012), de Len Wiseman |
Como he mencionado antes, reconozco
algunas callejuelas de esta ciudad en la película dirigida por Rupert Sanders, Ghost
in the Shell (2017).
Basada en un manga de ciencia
ficción creado por Masamune Shirow, Ghost in the Shell narra la historia
de la mayor Motoko Kusanagi, una humana transformada en ciborg a cargo de las
operaciones encubiertas de la “Sección 9”, especializada en crímenes tecnológicos.
Ambientada en un futuro próximo, la película presenta
una ambientación urbana en la que la ciudad aparece invadida por imágenes holográficas
y proyectadas de gran belleza, que se superponen a una arquitectura supuestamente
impersonal.
Imágenes ambientales de la ciudad, extraído de la película Ghost in the Shell (2017) de Rupert Sanders |
Al igual que en Blade Runner, los
interiores de cuidada estética oriental, contrastan con exteriores abigarrados,
realistas y sucios, sobre los que se superpone toda una imaginería publicitaria
que lo contextualiza. En esta atmósfera se resaltan algunos de los signos de
identidad de las urbes asiáticas en los que conviven tradición con modernidad,
espacio y densidad, lujo y ruina. Contradicciones que han reorientado la visión
de muchos arquitectos, como la del propio Rem Koolhaas que ya se centró en
oriente a finales del siglo XX.
Por mucho que nos fascinen, estas
contradicciones son más fáciles de gestionar en los espacios imaginarios del
cine que en la realidad. El propio Koolhaas declara:
“Son más bien los sistemas y las técnicas
abiertas en el cine, y sobre todo, las de montaje, las que han jugado un papel
clave. Hay siempre en arquitectura una voluntad de continuidad mientras que,
por el contrario, el cine está fundado en un sistema de rupturas sistemáticas e
inteligentes. Mi afinidad con este sistema de la ruptura más que con el
imaginario de la continuidad es lo que constituye lo esencial de mi vinculación
con el cine.”
La belleza de muchas de estas ambientaciones
redunda en una idea de densidad, un abigarramiento espacial que nos resulta
exótico. La idea de hiperdensidad que destilan muchas urbes asiáticas choca con
el urbanismo europeo, cuyo crecimiento está regulado. Pero aunque su magnetismo
parezca real, viene influido por nuestro subconsciente consumidor de manga y de
imágenes cinematográficas. Imágenes superpuestas que construyen una idea
romántica de la urbe abarrotada, tal como en el pasado se impuso la visión idílica
de Nueva York.
No es real, pero es preciosa.
[1] Frayling, Christopher.
Entrevista con Hampton Fancher para el programa de la BBC Radio Four Print
the Legend, publicado en Blade Runner. Spellbound: Art and
Film, pág. 117. Londres 1996.
[2] Scott, Ridley. Comentarios acerca de Blade Runner- design and photography, en American Cinematographer, Pág.
684-693, 715-732. Julio 1982.